Parece un secreto a voces eso de que la obsolescencia programada forma parte de un acuerdo vigente entre fabricantes que hace buena la frase que se propagó a principios del siglo XX: "Un producto que no se desgasta es una tragedia para los negocios."
Se obliga así a los consumidores a adquirir el producto nuevo del mismo fabricante o de la competencia o bien a entrar en una dinámica de reparaciones fomentando el consumo y el empleo de una forma discutible: ¿Es ético diseñar un producto para que falle?
La expresión "obsolescencia programada" la acuñó en Estados Unidos en 1.932 en plena Gran Depresión el broker inmobiliario Bernard London, que publicó un informe "Ending the depression through planned obsolescense" con el fin de estimular el consumo. El concepto tomó forma y encajó con otros como "producción en masa" o "crecimiento económico" hoy considerados claves para el desarrollo de los países.
Los antecedentes sobre la durabilidad de los productos se remontan a principios del siglo pasado en la industria de automoción. Los vendedores generaban cierta insatisfacción entre los posibles clientes al comparar el coche que llevaban con el último modelo que les querían vender.
La obsolescencia programada tiene partidarios y detractores, entre los partidarios están los que piensan que los consumidores ya no valoran tanto la duración del producto como la tecnología que ofrece favoreciendo así aspectos tan importantes como el desarrollo tecnológico o la innovación.
Empresas y fabricantes incitan al consumo y seducen a través de campañas de marketing o de atractivos diseños hablando de libertad y de felicidad. Reconocen necesidades y emociones y colocan un chip al producto para que deje de funcionar.
Pero el afán consumidor no debería tener nada que ver con la felicidad cuando se abusa de los recursos naturales o se maltrata el planeta.
Cuando se fabricaron las primeras bombillas duraban demasiado para lo que tenían que durar en una sociedad de consumo, las primeras medias de nylon eran prácticamente irrompibles, los automóviles o los electrodomésticos de mediados del siglo XX duraban el doble que los actuales y así los llamados bienes duraderos cada vez duran menos a costa de nuestro planeta.
Ahora que mi impresora ha dejado de funcionar quizás porque ya ha pasado el tiempo calculado de antemano por el fabricante para que se estropee o para que se vuelva inservible, me pregunto: ¿Es contradictoria la fabricación de productos sin vida útil planificada con la sostenibilidad, con los negocios o con el empleo?.
La durabilidad existe pero no interesa así que por ahora me conformaré con la garantía del producto y con los derechos que me asisten como consumidor.
A veces veo por AQUÍ en tiempo real esa bombilla centenaria funcionando en un parque de bomberos de California que tiene instalada una webcam...
Como bien explicas, hoy día la sociedad está metida en tener lo último y tirar el anterior.
ResponderEliminarYo, utilizo todo lo que tengo hasta que se muere y esto tarda bastante, en general. ;-D
Saludos y abrazo
Hola Amaia.
EliminarCreo que es una buena actitud en pro del medio ambiente, yo hago lo mismo. Aportar nuestro granito de arena para contaminar menos.
Abrazo.
Ciertamente parece que los electrodomésticos están hechos para durar un par de años. Incluso ha habido quejas y reportajes sobre ello. Desde luego yo no cambio nada hasta que deja de funcionar y no tiene arreglo. Un abrazo
ResponderEliminarDadas las circunstancias hemos de contaminar lo menos posible y parece acertado no cambiarlos hasta que dejan de funcionar. También hay trucos para alargar su vida útil.
EliminarUn abrazo Nuria.
¡Qué gran artículo este de la "obsolescencia programada"! Y todos estamos metidos en esa sociedad de consumo creando unos basureros que van a asfixiar al planeta Tierra.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Gracias por tu comentario M.Pilar., la obsolescencia puede verse como un estimulo para el mercado, para la economía o para el desarrollo tecnológico y como dices también genera serios problemas ecológicos, residuos que nos asfixian muy difíciles de eliminar. ¡Un abrazo!
Eliminar